Trabajo laboral y realización espiritual

Agosto es sinónimo de verano y vacaciones, pero también es un momento idóneo para hacer balance de la primera mitad del año.

Uno de los aspectos que más solemos cuestionarnos es el trabajo. Algo obvio, si tenemos en cuenta que el tiempo promedio que una persona le dedica a esta tarea a lo largo de su vida es, aproximadamente, entre ocho y nueve años…¡una décima parte de nuestra vida!

Por ello, merece la pena preguntarse, ¿cuál es el propósito del trabajo?

NUESTRA APORTACIÓN AL UNIVERSO

Seguramente, muchas personas afirmarán que el trabajo debe ir en consonancia con la pasión o con la vocación de cada uno. Otros argumentaran que el trabajo solo sirve para “ganarnos las lentejas” y que, por ello, no importa la profesión que uno desempeñe.

No obstante, creo que el trabajo se puede vivir desde diferentes estadios de consciencia que implicarán una experiencia interior totalmente distinta. Uno de ellos es entender el trabajo como una contribución a la propia creación del Universo. Es decir, cómo una aportación a la mejora o al enriquecimiento de la misma Creación.

A mi modo de ver, esta sería una aproximación muy sabia. El trabajo no nos ayuda a ganarnos la Vida, como algunos podría pensar. Simplemente, ¡porque la Vida siempre nos es dada! Lo que ganamos es el dinero que nos permite subsistir materialmente, pero no la Vida en sí misma.

EL TRABAJO COMO TEMPLO

Por otro lado, a través de la función laboral, podemos realizar un verdadero trabajo de descubrimiento interior. El ámbito laboral es, sin lugar a duda, un espacio de crecimiento personal muy poderoso. El trabajo es como un templo: un lugar donde se dan una serie de oportunidades para que nos descubramos. Oportunidades que son necesarias para nuestro crecimiento personal.

Pero no se trata de que el trabajo sea un “templo” porque sea algo “especial y diferente” al resto de la realidad, sino porque todo lo que ocurre en nuestra vida, absolutamente todo, es un espacio sagrado donde podemos conocernos.

En este sentido, me gustaría remarcar que no tenemos dos vidas: la laboral y la espiritual. Se trata de la misma: la espiritualidad sucede a través del trabajo, a través de nuestra vida cotidiana. Todos los aspectos forman parte de nuestra realidad. Y lo mismo puede decirse de todos los otros ámbitos: la familia, la amistad, la creatividad, el ocio, el arte… todos son espacios para crecer interiormente, todo forma parte de una única vida. No la dividamos en compartimentos.

NIVELES DE COMPRENSIÓN DEL TRABAJO LABORAL

En este sentido, existen diferentes niveles de comprensión del trabajo que nos pueden ayudar a saber en qué nivel de conciencia estamos.

En el primer nivel, vivimos el trabajo como castigo, es decir, nos sentimos obligados y obligadas a trabajar para ganarnos las lentejas. No comprendemos su significado, ni somos felices. Creemos, a pies puntillas, que el pan debe ganarse con el sudor de nuestra frente y nuestro sufrimiento. Eso cambia en el momento en que empezamos a plantearnos si existe otra manera de entender el trabajo.

En el segundo nivel, empezamos a vivir el trabajo como un lugar donde expresar nuestras capacidades. En este punto, uno se limita a expresar lo que sabe, una especie de pavo real mostrando y demostrando su valor, sus plumas. Pero, en este nivel, muchas veces pensamos erróneamente que por el simple hecho de mostrar nuestras capacidades el mundo tiene la obligación de reconocernos y admirarnos. Creemos que si triunfamos profesionalmente dejaremos atrás nuestro dolor psicológico, nos auto-realizaremos. Por ello, a menudo, convertimos el trabajo en un lugar de reconocimiento.

En el tercer nivel el planteamiento es completamente diferente: queremos ser tan útiles como podamos, sabiendo que los resultado no dependen de nosotros. Por lo tanto, no solo expresamos nuestras capacidades (lo que sabemos hacer), sino también nuestros valores: aquello que, cuando lo expresamos, siempre y en todo lugar mejora la realidad. Nos expresamos desde lo más profundo de nosotros/as por el mero goce de expresarnos y descubrirnos. Si somos capaces de valorar lo que tenemos y expresarnos, sin negarnos a recibir, podremos experimentar que lo que recibimos es inmensamente más grande que lo que damos y, paulatinamente, eso nos acercará al último nivel.

En el último nivel, nos damos cuenta que la energía, el amor y la inteligencia que expresamos en el trabajo no los hemos creado nosotros. No hemos creado ese amor, ni esa comprensión, ni esa energía… ni tan siquiera hemos creado el espacio donde el mismo trabajo se genera. Es la Vida la que lo ha hecho y la que se expresa a través de nosotros en un baile constante. Si decidimos participar del movimiento del Universo, tendremos más goce y, seguramente, contribuiremos a una sociedad más consciente, pero si no lo hacemos tampoco importa: nuestra negativa también es útil al mundo y, aunque no nos demos cuenta, formará parte de la misma coreografía igual que los errores forman parte del aprendizaje de cualquier materia.

BUSCA TU MISIÓN

El trabajo nos da la oportunidad de buscar nuestros valores y expresarlos, a veces en circunstancias adversas. Por ello, te invito a buscar los valores que tú quieres mostrar tu trabajo. Busca el motivo fundamental de amor en tu trabajo, para que lo puedas recordar cuando las cosas vayan mal.

¿Cuál es? ¿Puedes escribirlo? ¡Te será muy útil en momentos de tormenta!